En un principio advertí que el arquitecto responsable debía ser de boca, después consideré la posibilidad de que fuera sueco y un tiempo más tarde se me ocurrió lo aburrido y frustrante que podría llegar a ser el vivir en alguna de esas casas: vainilla y crema del cielo, como sabores de supermercado, la diferencia está en el colorante.
Yo, de vivir ahí, hubiera hipotecado mi propiedad para comprar la otra, nada más que por el gusto de la originalidad: saberme dueña de algo que nadie más que yo tenga (o por lo menos no hacer tan evidente su no posesión).
La originalidad pasó de moda hace casi un siglo, y yo aquí, esforzándome por rememorarla. Está bueno esto de sentir nostalgia por los tiempos no vividos... siempre y cuando no se vuelva costumbre. Salud.
1 pinceles hicieron su aporte:
Podes creer que nunca vi esas casas?
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