
Almuerzo dominical: Muslo y pata. Muslo y pata. Muslo y pata. Muslo y pata. Por cuatro. Cuatro bolsas con cuatro piezas de pollo cada una. Hongos deshidratados, zanahorias. Juguito.
Si nos cortan las piernas ya no corremos. Tampoco volamos, por muy aves que hayamos nacido. Una mano corta la grasa y entre todos podemos hacerlo juntos. O era que las manos se lavaban las unas a las otras?
Quise comer huevitos, pero los pollos resultaron más accesibles. Y cómo? Como siempre, las causas son múltiples, los factores que convergen, variados. No los analizaremos. Aunque confieso que tuve la intención.
Este pollo se nos vino encima, y fue más barato que el huevo y que la gallina (también que las vacas). Ahora creo comprender que, antes de caer en disquisiciones filosóficas de irresolución laberíntica, los enigmas existenciales deberían resolverse haciendo uso del sentido práctico (y) social.
Antes que las respuestas, han de cambiarse los focos de las preguntas. Y es que, aunque desconozcamos el momento de su llegada, sabemos que hoy el pollo fue primero (de la góndola al carro, y de allí al paladar).