
Como desde este humilde lugar me he propuesto no decepcionar ni traicionar la confianza de mi público lector, he aquí el saldo de mi deuda.
La imagen es la prototípica de la primavera: a media mañana los pajaritos cantan y la vieja se levanta después del chaparrón. Las hojas brillan más y no por excesos de edición, lo importante: las hojas están.
La gente ya no mira desde la ventana, los olores han cambiado y las alergias, ¡oh pobres sus víctimas!, florecen a un tiempo con las flores.
Esta primavera me ha sorprendido con la novedad de que soy menos alérgica a cierto tipo de pólem. Una fiesta nasal. Sin embargo, la inestabilidad climática no hace más que paspar mis fosas.
Tito, en un gesto de amable solidaridad, asegura que hará valer sus influencias, las reales y las simbólicas, en pos de mi mejoría con los consecuentes beneficios sobre el resto de la población.
A riesgo de caer en un egocentrismo desmedido, acudo a vuestra solidaridad y ruego se eleven los pedidos correspondientes en pro de la obtención de pañuelitos u otra solución posible (se aceptan de tela y de papel).
Por la igualdad de acceso y el pleno disfrute de la primavera.