Hace 3 años
26 de agosto de 2014
Convivencia vial (¿o connivencia?)
Hoy me hice un amigo nuevo en la calle. Un don señor frenó para gritarme “mirá el semáforo y aprendé a cruzar, porteña pelotuda”, en respuesta a mi enérgica primera aproximación: “el peatón tiene prioridad, boludo”. Mi intervención, que cargaba alguna que otra ira acumulada contra tantos automovilistas a quienes hasta ahora me había ahorrado de insultar, se produjo luego de que este don señor girara muy apurado hacia la derecha, sin disminuir la velocidad, mientras un grupo de peatones aprovechábamos nuestro turno de paso por la senda marcada en el pavimento. Se ve que el don señor, cuyo copiloto era una mujer con un lactante en brazos que tomaba su mamadera sin siquiera medio cinto de seguridad, se sintió bien interpelado por mi grito y, a pesar del apuro que tenía, se permitió la delicadeza de frenar para insultarme con gentilicio y adjetivo poco pertinentes. Casi que le invito unos mates.
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