22/10/2007

Se hizo la luz

¿Para qué sirve una lámpara si no es para iluminar?

En mi habitación hay, además de algunos de los personajes ya conocidos (Tito, Enrique), una lámpara desfocada.
La lámpara en cuestión llegó a mi casa el mismo día que el mariscal y, desde el principio, mantuvimos una relación complicada. Sabe que me fue dada, que no la elegí y, siguiendo la costumbre instaurada por los otros, se rebeló.

El primer foco que le puse, se quemó a la semana. Mala suerte. El segundo, ya de bajo consumo (siempre plegada a las causas nacionales), duró un par de meses. A cualquiera le puede pasar, vino fallado, la lámpara no tiene nada malo. El tercero, previo cambio de la marca del bajo consumo, simplemente explotó. Fiel al saber popular, decidí no tentar a mi suerte.

La lámpara se mantiene como el único objeto en mi habitación no-víctima de mi torpeza. Permanece en su rol decorativo, objeto de culto entre el portarretratos y el despertador.

La lámpara se erige, ahora lo veo, como símbolo revolucionario instituido y bien utilizado: atentados contra la lógica racionalista (e iluminista) que alguna vez pretendí establecer.
 
 
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