28 de septiembre de 2010

El tiempo que llevo volviendo

Quiero una imagen que sintetice los últimos 365 días de mi vida. Quiero una imagen que empiece el 28 de septiembre de 2009 y termine ayer. Quiero que sea una imagen estática que revele todo el movimiento del último año, el tiempo que llevo volviendo.

Volver, como si se saliera de una limpieza de cutis, airear los pulmones y aprender a respirar de nuevo el aire que respiraste antes, siempre. Encontrar todo igual y percibirlo tan distinto. Renovar la agenda, cambiar la rutina, hacerse una en los demás y en una, con los proyectos nuevos. El optimismo de pensar que antes no se podía porque el ángulo visual no daba, pero ahora por qué iba a fallar? Saberte diferente, aunque te vean igual.

Y los recuerdos del tiempo en que decidiste irte, cansada un poco de los días en meseta, con ganas de picos y valles. Y la vuelta, con el aprendizaje de que cualquier geografía espiritual corre el riesgo de dinamitarse a cada momento, y el paraíso se vuelve páramo. El optimismo fue la nota que sonó en tu cabeza cuando llegaste y aquí estás, un año después.

Me balanceo en la cuerda floja cada tanto, no sea cuestión de perder la costumbre, aunque nunca terminaron de simpatizarme las hamacas. Avanzo, hay una línea recta que hace de guía en el centro, la serpenteo y me desvío cada vez que veo a lo lejos la señal de Alto! Sonrío y sé que voy a demorarme más de la cuenta, he descubierto el poder de la lágrima y sus propiedades curativas. Andar lento no es detenerse, aunque a veces apenas note la diferencia.

Quiero esa imagen que no encuentro en mi archivo y apenas concibo en mi mente. Mientras tanto, un respiro.

21 de septiembre de 2010

La huella

Lo lindo de los afectos es que nos dejan sus huellas marcadas en el cuerpo, hasta la matriz.

Vos te preguntás para qué estás acá. Y yo te digo que los chicos te esperan, aunque ya lo sepas, que los chicos te sonríen, aunque a veces solamente lloren y se peguen, que los chicos te dan la mano para cruzar la calle, porque en vos confían.

Vos a veces creés que no, pero yo sé que en el fondo sabés que sí, que no te podés olvidar así de fácil. Porque a mí me dijiste que tenías el sacapuntas más afilado y podías dibujar las mejores sonrisas, aunque los días... las semanas... a veces se pongan muy nublados.

Y cuando vengan las piedras, yo quiero hacerte acordar de los colores con los que sabés teñir el pavimiento, de las flores cálidas que pegás en esa mole de cemento gris, tan fría... tan helada que estaría si no fuera por la música y las carcajadas de tus pequeños... Te voy a hacer acordar del día que pasaste bajo el arco del triunfo, que iba desinflándose de a poco, pero a vos todos te aplaudieron y los chicos corrieron fuerte a abrazarte y después corrieron para poder ganar ellos también y recibir esos aplausos.

Porque ellos se acuerdan, seguro que sí. Porque esa es tu huella, porque vos para ellos estás ahí y siempre de vos van a querer más. Porque sos parte de los asados, las meriendas, los juegos, las charlas, los cines... Porque ellos son parte de vos y su huella ya la dejaron marcada en su agradecimiento y en sus demandas.

Lo lindo de los afectos es que nos respaldan, que nos hacen creer que podemos, que a veces hacen de guía y otras nos ponen límites... cuando nosotros nos olvidamos de hacerlo. Lo lindo de los afectos es, simplemente, saberlos presentes.

20 de septiembre de 2010

Acerca de cómo borré el mes 09 del calendario

Hay números que no me gustan. Y no hace falta una clase de numerología o un don Freud buceando en mi inconsciente para explicarlo. Hay números que, según la evidencia comprueba, no sé dibujar.
09 me resulta incómodo. 10 es sencillo y completo, 08 cae simpático por sus esferas asimétricas. 09 está ahí, entre lo demás y lo de menos. Casi llega, casi alcanza... pero no. Y no hay caso, me resisto a dibujarlo, lo anulo. He pasado 20 días, cada uno de ellos sin excepción, dibujando fechas equivocadas, profetizando un octubre al que le falta para llegar, teniendo que tachar los 1 y dibujando los 9 con rabia, un día tras otro. Un despropósito.

¿Será el número o será el mes? ¿Qué (me) pasa con septiembre? Hay flores monas, los días duran más, vuelan las colchas, hay hormonas en revolución enloquecida, hay olores de los ricos... bueno, y de los otros también, hay alergias, vuelve la transpiración, no llueve, odio la tierra, mis pelos comienzan a pararse en punta esponjosa con las primeros calores, todo el mundo se apura porque el fin de año está ahí, a la vuelta de la esquina y otro año que se ha ido y pareciera estar todo igual y la gente se empieza a desmoronar porque las metas no van siendo cumplidas y a veces caen a pedazos por los cambios y otras veces se desmoronan porque no preveían sus pequeñas caídas y me aturden, dejan de escucharse, y me aturdo y perturbo y paro de escucharme y no quiero saber que ya se acaba otro año más y menos que menos que otra primavera (estación de las maravillas para lo intenso y lo efímero) se nos escapa. Aunque ya sé que ni acaba de empezar.

Ansiedad, nunca me gustaron las transiciones. Otro despropósito.

5 de septiembre de 2010

¿Dónde está el deseo?


Asfixia.
Es la sensación que conozco cada noche, como si fuera la primera vez, cuando me acuesto y mi pecho se cierra, busco la manera de hiperventilarme y siento más tierra que aire circulando en mi sistema respiratorio. Parte de la estación.

Raíz.
Es mi ancla, que sabe asirse al suelo que toca cuando le gusta, pero también tirar con insistencia hacia arriba cuando el aire se escapa, hasta que se leva o los bronquios se dilatan.

Voluntad.
Mi fuente de energía primaria, cuando escasea aprendo sobre la respiración anaeróbica y duermo... y duermo. Se dice autosuficiente, pero un análisis más minucioso muestra que se nutre de los afectos del entorno, de la luz del sol, de las satisfacciones del pasado-presente y de las expectativas futuras.

Sentidos.
Vías de percepción y transmisión de impulsos nerviosos que a veces generan placer, y otras no. Mis preferidos, el tacto y la vista. Ojo! Las imágenes táctiles y visuales pueden ser portales de acceso a oasis de oxígeno que, muchas veces, no son más que espejismos.

Deseo.
Ahí voy yo, cuestarriba-cuestabajo. A veces parece que cambio de rumbo como veleta, que me aburre la vida de meseta y necesito correr al borde del abismo. Levar anclas, hacerme eco de la voluntad que reclama dejar los espasmos para otro momento y salir en busca del oxígeno. Ahí va el deseo, furioso, impertinente, sagaz, más por la sombra que por la luz, copando un espacio y vaciando otro, doliendo en angustias pequeñitas, casi imperceptibles por lo salteadas. El deseo se constata en la falta, y la voluntad persiste.
 
 
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