21 de febrero de 2010

De un duende y mi mente enana

Este es mi ángel de la guarda. Gesto socarrón y burlón, sobre el respaldo de mi cama. Su compañía no es ni dulce ni salada. Tampoco molesta ni divierte.

Nuestra relación en los cinco años que llevamos juntos ha sido la de dos viejos compañeros ha quienes las circunstancias de la vida obligaron a compartir camino. No nos llevamos bien, tampoco mal. Es evidente que no nos queremos y que las actividades del uno no le hacen la más mínima gracia al otro. El sentimiento es mutuo.

Yo no lo colgué en la pared. Fue mi madre, en un intento por conciliar nuestros intereses disímiles. De cualquier modo, fue vano. Él se encuentra en su lugar y yo en el mío, medio metro por debajo. No se trata solo de que nuestros intereses no sean compatibles entre ellos, es que, además, ninguno de los dos está dispuesto a negociar y/o discutir su forma de estar en el mundo. Cada cual vive encasillado en su terreno, con sus objetivos diarios, y apenas si nos preocupamos por recordarnos la convivencia y pensar que, quizás, ese otro podría tener alguna necesidad de nosotros. Yo velo por mí, tu vela por ti.

Tengo el pleno convencimiento de que me roba. Sucede que las fechas coinciden. O quizás sea solo que me he vuelto más desordenada desde que su presencia llegó a perturbar mi equilibrio. Aquí faltan cosas, y yo no encuentro más explicación que desconfiar de aquel con el que vivo.

Se va él o me voy yo. Porque cómo vamos a estar así, nos es preciso un momento de paz, un poder andar tranquila por la casa de una, si tener que estar pendiente de que haya o no una mirada de burla a mis espaldas. Es que esos ojos ya no me dejan dormir.


4 pinceles hicieron su aporte:

Val dijo...

Justo ayer mi hermanito me preguntaba algo sobre Lisandro, mi pato peludo. ¿Sabés qué le contesté? Que era mi ángel de la guarda, que me mira todo el tiempo desde esa repisa, entre mis libros, cuando duermo, cuando estudio, cuando grito, me enojo y río. Escucha mis conversaciones por teléfono, me vio llorar y hasta fue testigo de uno que otro beso. Es que está en mi habitación, en mi guarida, en mi lugar. Y además de estar sentado ahí, viaja conmigo. Es pequeño, entra en todos lados, no molesta, y me sonríe. Yo creo que lo esencial para una buena relación con tu ángel de la guarda es que tenga un gesto simpático, tierno... sino podemos llegar a odiarlo!

Anónimo dijo...

Amé tu espacio...
Me gustaron tus palabras... Tu estilo... En fin... Me gustaste mucho...

Besos, muchos también...

Mariana dijo...

Valebé: sí, coincido, hay que tener cuidado con el trato hacia estos personajes. Igual, no nos molestamos mucho, y de guarda este no tiene más que la posición. Por lo demás... mi habitación se ha convertido en un sálvese quién pueda.

Ophelia: Bienvenida a bordo. Pasaré a visitarla, siéntase invitada cada vez que quiera pasarse.

Animoc dijo...

Parafraseando el dicho ese del zapatero, diría duende a tu árbol... en lo posible en la plazita más alejada de tu casa, que sea al oeste preferentemente.

 
 
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