Un saludo a mi mamá, a mi papá, a mi familia de Luján y para todos los que me conocen.

Me pasó que las fotos del aparador de casa (fieles reproductoras de la imagen de familia que en mi cabeza se extendía) se quedaron cortas y como cortinas opacas que no me dejaron ver más allá.
Me pasó que una noche llegué a casa y me leí en un mail. Bueno, no me leí a mí, la leí a ella, que buscándose me encontró. Es que a veces la gente se pierde de vista, o es perdida (todavía no sé), para reaparecer en la generación siguiente.
Pero me pasó que ahora el aparador (chico, dadas las circunstancias) pierde el elevado rango que tenía, como guardián de imágenes estereotípicas, para pasar a encargarse sólo de las figuras locales.
Es lindo esto de ser encontrada cuando una anda patas arriba buceando en lo figurado. Es lindo bajar a la tierra y encontrarse con gente que "es como uno" (y hasta se llama igual que una) e invita a recordar y unir un pasado que por falta de piezas andaba desfigurado.
Es lindo saber que cada tanto los muebles pierden vigencia y necesitan (piden a gritos) un cambio (o, por lo menos, algún tipo de renovación).