Dispongámonos, pues, a asignar sentidos, sin perder de vista que son MIS sentidos, que es MI ventana y son las maderitas de MI persiana las que reposan del otro lado de MIS rejas, con lo cual es poco probable que esto vaya a serles útil si es que acaso no anduvieran en la búsqueda del ocio o quizás me conocieran.
Hubo un tiempo en que en el espacio que va entre la reja y la ventana nos encontramos con Tito, protegido de mí, protegido del exterior. Hubo un tiempo en que el vidrio estaba cerrado y yo estaba más acá. Hubo un tiempo posterior que fue cuando las maderitas empezaron a desprenderse de su soporte (la persiana), escapando de la protección del parasol, para quedar expuestas, y así como partes fragmentadas de un todo, ante cualquier tipo de inclemencia climática o humana.
Sin embargo, en ese tiempo, que es el hoy, notamos (noto) la presencia de una maderita fuera de ese más allá que delimita la reja. Hay fragmentos que todavía no se animan a la exposición y prefieren la comodidad de la sombra. De ellos no reniego, los acompaño (ME acompaño) en su proceso.
Así, en esta imagen que va de la oscuridad a la luminosidad, me identifico. Así, como en la humedad de las paredes es posible ver fantasmas y en las borras de café mujeres ahorcadas y en las manchitas, sangre, sangre y más sangre, aquí hay estructuras que se cruzan y fronteras que se diluyen...