31/03/2010

Salud a mí


Hace 2 años, cuando saqué esta imagen , el único elemento que tenía algo que ver con la suerte, en esta habitación, eran esos dados. Hoy, mi llavero cuenta con la presencia de un duende que me resguarda de malos presagios, una de mis repisas alberga a una gallina de cresta transparente con un dado naranja en su estómago y, recientemente, se sumó al paisaje una lechuza diminuta, por si las moscas.

Enrique sigue igual, ya no lo descuelgo de la ventana que le fue asignada, la que mira al norte. En la que da hacia el sur está Sveo, otro inmigrante ilegal, de origen dudoso, pero que llegó a la casa en un vuelo procedente de Suecia, tras hacer escalas más o menos prolongadas en España, Francia y Buenos Aires.

Los perros se separaron. Es que creí que había hallado al amor de mi vida sentado en un bar, esperando a que yo me acercara a conquistarlo con las pocas palabras de euskera que sabía. A los pocos meses recordé que yo no creía en amores de la vida, y reconocí que quizás había sido un poco precipitado ceder uno de los canes bajo la promesa de un futuro reencuentro.

La rosa sigue estando sujetada por los delfines, sólo que ahora la acompaña otra flor, aún más artificial, que se sumó en algún punto del recorrido. La rana se se ubica al lado del perro solitario, y comparte espacio con la gallinita, una ardilla cosmopolita, un toro malagueño, un pequeño trol sueco, un tigre vasco y una zarigüella noruega que está lista para zambullirse en la pileta.

Sumé un estante de medios de transporte. El original es un modelo que se parece a Bonky Boo, ahora lo acompañan un tradicional Ford A de madera y un botecito de Playmovil capitaneado por un pirata y su secuaz, un granjero. Alguien se dio cuenta de que me gustaban las ovejas (me fascinan), y, como es imaginable, ya hay un par dando vueltas por ahí.

Veo más colores, algunos cerámicos, una paleta improvisada en telgopor con restos de témpera fucsia y verde. Al otro lado de la habitación, una lámpara de pie turquesa que suele hacer las veces de perchero. Tengo un vaso plástico con estrellas rosas flotando en sus bordes y un pato de hojalata que anda en bicicleta cuando le doy cuerda.

El resto lo guardo en cajas de zapatos vacías. O son papeles entre los libros, que también crecieron en cantidad.

Mariana, mucho gusto. Casi 24 años de edad
 
 
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