Hace 4 meses
17/05/2010
Sal solcito
Tiempo de calma, el invierno. Tiempo usual de soledad para mí, momento para poner el cuerpo a tono con la última tendencia en defensas y protecciones: los abrigos, las bufandas, los guantes, los pasamontañas, los gorros y las orejeras. Este año, todo parece preparado para ser diferente.
El sol se hace corto, cuando aparece. Yo me (le) río y me invento rutinas nuevas en calendarios a medio usar. Dejé la agenda en el cajón, no aprendimos a convivir. Compré un cuaderno de hojas lisas, pequeñito, sin cajas, ni renglones, ni marcas para las fechas o los números, liso hasta la náusea. Las páginas se escriben sin un orden claro. No, las páginas las escribo yo (aunque a veces me olvido), y pasan y pasan.
Reviví muchos músculos: las carcajadas no me abandonan, y eso que los pronósticos no son auspiciosos en varios flancos. Vamos, que no me quede con las ganas.
Las ganas. Mis ganas me van a traer problemas, lo presiento en ciertos indicios que por momentos afloran y se escapan entre miradas perdidas y una complicidad que se oculta en la comisura de unos labios que me gusta mirar, sobretodo cuando me sonríen. Las palabras se mezclan con la chispa de unos ojos pícaros que miro cuando me ven, y otras veces también. Y así, no se la pasa tan mal entre los días fríos. Las ganas, las mías, me dan calor cuando me dirigen, y este año no se miden.
Llega el invierno y me mueve la primavera. Bienvenidas las mariposas.
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