
Llegué tarde para la foto, y no sólo no salí yo, sino que tampoco el homenajeado. Justo cuando pensaba que los vientos estaban cambiando, que los radares aviares se desequilibraban y, quizás, ahora sí, sus nuevos rumbos y posturas me permitirían guardarlos en una postal menos efímera que eterna, resulta que todo sigue igual.
Así, disfruté de un roer sin dientes fugaz. Así, el no-retrato de hace una semana es el retrato de esta semana. Así, el vacío apícola de la imagen es el vuelo que desbordó y se (me) escapó.
Ahora, buscaré un volar sin alas.