He de informar al público lector que el exponente de la derecha ya no existe. El último ejemplar del invierno 2007 dejó de acompañarnos. Su estado de putrefacción natural se sumó a las adversidades climático-erosivas que la fueron debilitando paulatinamente. Los canes del hogar agilizaron su paso al otro lado, poniendo fin a su martirio. Fue rápido y doloroso.La hoja tuvo una historia que no nos interesa. Si bien no la conocí sino hasta entrada en la plenitud de su vejez, por respeto, me negué a ser yo quien la hiciera crujir por última vez.
Dilemas existenciales en la infancia si los hay. Por un lado el crunch glorioso al acostarme en las camas de hojas, por el otro la imagen de cadáveres humanos pisoteados por elefantes. Un cielo de nubes ásperas no resuelto y quince años después, la sesión semanal de terapia.
Los chicos de hoy ni pisan hojas, ni hacen colchones secos. Así, su esperanza de vida (de las hojas) se alarga sin ninguna utilidad, apareciéndose como elementos extraños en los plenos verdes de la primavera.
Como todo, terminarán por naturalizarse a/en este mundo transgénico, hasta encontrar un lugar (aunque más no sea, en las fauces de las bestias salvajes).