Imagino una noche un temblor, los personajes de esos libros persiguiéndome, cual El guardián de las palabras, para encerrarme en sus mundos de lógicas fantásticas, maravillosas o realistas.
De este lado de las páginas, lucho contras las ficciones episódicas que a veces intentan invadir mis días. Pasa que ya vivieron por mí gran parte de ellos, y parece que en determinado momento de la vida, cuando uno/a crece, tiene que tornarse protagonista e imponer su propia lógica a las cosas. En esas ando.
Mientras tanto, voy revisando bibliotecas ajenas, mirando la mía de costado y durmiendo con un ojo entreabierto. No sea cuestión de perder el centro.
Saludos a la casa de la Vale (de allí esta postal) que, en breve, se recontruirá de sus propias cenizas.