01/04/2016

Propósito

                                                                                  Foto: Mili Mariona
       
Lo que quiero es tener con quien compartir estas estrellas.

24/03/2015

Día de la Memoria

                         Inspección ocular al Arsenal Miguel de Azcuénaga, 2013. Foto: Josefina Doz Costa

El papá de ella, también su mamá, y el papá de su hermana. El tío de ellas, hermano de su mamá. El hermano de su papá también. La abuela de aquella, que fue la mamá de ellos y de ella. El papá de ella otra, que no llegó a conocerlo porque el embarazo estaba en curso. Pero le dejó sus poesías, sin saberlo, las dejó ahí para ella y para sus nietos, que llevan sus gestos en el rostro aunque nunca pudieron verlo en movimiento.

Él, que nació en cautiverio y lo entregaron, y ya no volvió a saber de ellos. Ella, que se la llevaron panzona… y no volvió ninguno. Ellos, que encontraron a su nieto en la puerta de la casa, solo, con un cartel, y por un tiempo no quisieron preguntar por su hija. Él, que empezó a preguntarse y después de un análisis encontró que su historia era la de ellos, recuperó su identidad. Ella, que tiene las dudas, pero todavía no se anima al pinchazo.

Él, que lo tiraron muerto al costado de la ruta por buscarlos a ellos. Ellos otros, que son sus nietos, tomaron su herencia y la hicieron camino. Ellos, que sobrevivieron y salieron con la marca del flagelo en la carne y se hicieron más grandes en su lucha por sí mismos y por ellos otros, los que no salieron.

Su papá y su mamá, que se fueron a pueblo chico para que no los encuentren. Y un día salió ella y pudo gritar fuera del escondite. El tío de él, que se fue a país lejos para que no se lo lleven, porque su hermano ya no estaba y tuvo miedo. Ellos, que después volvieron y regalaron sus canciones para la lucha, y sus testimonios para las causas.  

Las causas, que llegaron porque los organismos las pelearon.

Tucumán, que es chico. ¿El abuelo de ella mató gente? ¿El papá de él fue buchón y se escapó? ¿Tu tío está en prisión domiciliaria? Y vos y yo compartimos plaza y escuela, a veces tomamos el mismo colectivo.

La hermana de ella, perito que busca sus restos y ayuda a recuperar identidades. Ella que sabe hoy dónde y cómo mataron a su hijo, que ya no es un desaparecido. Él, que esperó hasta que le dieron las cenizas de su papá y pudo decidir qué hacer con ellas. Ella que espera la identificación. Aquellos, que aunque no tienen sus restos, saben dónde fue que los mataron y hoy hacen de los centros de detención y exterminio sus espacios de memoria. Todos los que siguen esperando.

Nosotros, que nacimos en democracia y nos criamos al abrigo de estos relatos, que son historias de nuestras familias, memoria de nuestra tierra chica y de nuestra patria grande. Porque el silencio y el miedo, porque lo que nunca nadie nada, estalló en tremendo ruido y no se calla.

Ni un paso atrás.







26/08/2014

Convivencia vial (¿o connivencia?)


Hoy me hice un amigo nuevo en la calle. Un don señor frenó para gritarme “mirá el semáforo y aprendé a cruzar, porteña pelotuda”, en respuesta a mi enérgica primera aproximación: “el peatón tiene prioridad, boludo”. Mi intervención, que cargaba alguna que otra ira acumulada contra tantos automovilistas a quienes hasta ahora me había ahorrado de insultar, se produjo luego de que este don señor girara muy apurado hacia la derecha, sin disminuir la velocidad, mientras un grupo de peatones aprovechábamos nuestro turno de paso por la senda marcada en el pavimento. Se ve que el don señor, cuyo copiloto era una mujer con un lactante en brazos que tomaba su mamadera sin siquiera medio cinto de seguridad, se sintió bien interpelado por mi grito y, a pesar del apuro que tenía, se permitió la delicadeza de frenar para insultarme con gentilicio y adjetivo poco pertinentes. Casi que le invito unos mates.

17/08/2014

Los límites de la normalidad



Ayer me invitaron a acompañar la puesta en escena de Manifiesto por amor a los hombres, una producción teatral que me me encantó. La obra atraviesa diferentes edades y situaciones en la vida de un varón homosexual del noroeste argentino. Entre tristezas y alegrías, ausencias e insultos, plumas y bailes, me terminó pareciendo una exaltación de la búsqueda del camino hacia la libertad como una forma válida para alcanzar la plenitud personal. La función se realizó en el marco de la Fiesta del Teatro por los Derechos Humanos, que se propuso llegar con creaciones artísticas transformadoras principalmente a adolescentes, aunque, en esta sala, los adolescentes estuvieron ausentes. Resulta que ninguna de las instituciones educativas convocadas aceptó la invitación. En cambio, y no por casualidad, la obra contó con una buena cantidad de espectadores jóvenes e interesad@s que aplaudieron con ganas y entusiasmo cada acto.

Las de más arriba son Celeste y Socorro, dos de las protagonistas de Hostal Morrison, una serie que conocí en Paka Paka hace unas semanas y que también me encanta. Sucede que Celeste, Socorro, y demás personajes del hostal, son monstruos. Celeste quiere ser normal y que su hostal se llene de gente normal, pero su monstruosidad le brota espontánea e incontrolablemente, mientras sus compañer@s viven con naturalidad en su sutil encierro y, cada vez que ella intenta acercar a los humanos velando su lado-monstruo, incomprensión, angustia, frustración y, por supuesto, distanciamiento y tristeza son los condimentos que aparecen en escena. Además, está Boris, el antihéroe, que se regocija buscando la estrategia para exponer a sus vecinos a las garras de la condena social, aparentemente un poco celoso de la alegría ajena. Generalmente, el conflicto se resuelve cuando algún hecho muestra a Celeste y sus amig@s que renunciar a lo que naturalmente se es para ser aceptad@, resulta un camino inequívoco rumbo a la infelicidad.

Comentaron quienes fueron a invitar a las escuelas y colegios a ver Manifiesto... que, entre las respuestas, les dijeron que l@s chic@s no estaban preparad@s porque no habían trabajado el tema, que probablemente necesitaran algún sustento teórico que lo acompañara y lo pudiera explicar. ¿Será verdad que l@s docentes piensan que l@s adolescentes necesitan una teoría para que les hable de lo que sus cuerpos gritan? Meter "el cuco en el desván", como dice una canción del Hostal..., más que resguardar, señala, acusa y lastima. La invisibilidad también deja su huella.

A estas alturas de las leyes y las prácticas, creo con firmeza que evitar hablar de la diversidad sexual, omitirla desde el rol de educador, es un acto y a la vez una apología de la discriminación. La creadora de Hostal Morrison da cátedra, quizás sin habérselo propuesto, acerca de cómo adaptar para todos los públicos contenidos socialmente complicados. Varios deberían sentarse y aprender. Más fácil, incluso, escuchar lo que l@s adolescentes tienen para decir al respecto, promover la libre circulación de la palabra.

La frase de cierre se repite y repica, aunque a veces parece que cae en vacío. La homosexualidad no es una enfermedad, la homofobia sí y se cura.









29/06/2014

Palabras de un amor amazónico


Me acuerdo de vos, cuando te conocí. Salías de algún aula, el pasillo 100 o 200, todavía tenías el pelo largo, relativamente ordenado y las cejas depiladas. Yo estaba con ellos y todos se dieron vuelta cuando te vieron pasar y vos, fresca y despreocupada, saludaste. “¿Quién es?” “La hermana lesbiana de Diego”. No me olvido las palabras que me impactaron por la fuerza de la etiqueta pero que, en tiempos de incertidumbre y curiosidad, eran piedra libre para abrir mi juego. Después nos conocimos. Habrá sido casualidad, porque no me acuerdo de haber pergeñado encuentro. Lo que sé es que al poco de habernos visto vos ya tenías en tus manos mis apuntes para el próximo parcial de Historia Social y que recuperarlos fue la excusa para la primera cerveza, allá en el Círculo. Parece tan lejano y difuso… hará unos 6 años.

Los chicos querían que me gustes y que vos gustes de mí. Las lesbianas de su mundo y del mío apenas existían, no sabíamos verlas. Yo me esforcé por sentir cosquillas en el estómago cada vez que te cruzaba pero, en verdad, esperaba el encuentro con vos porque ese era el espacio de hablar. Sí, era egoísta porque era el espacio para hablar de mí, un poco de vos también, pero vos ya traías varias cosas habladas por otros lados y yo tenía la imperiosa necesidad de hablar de mí: sin eufemismos, hasta las 8 de la mañana, sentadas en la vereda, en Bigotes, en Café París, donde fuera. Con vos hice lugar a eso que hoy me parece tan fundamental: usar esas palabras para nombrarme, aprenderlas, darlas vuelta las veces que sea necesario, volverlas propias y acompañar a otrxs a que las hagan suyas. El manto de invisibilidad cayó y el mundo se abrió nuevo, hermoso, y lleno de lesbianas por descubrir. El muro de la héteronorma que se agrietaba.

Después fue Cruzadas, el arcoíris que unió juego con militancia. Y llegó Mili con sus diseños y fuimos tres en nuestro amor tan anti-binario. La seriedad buscada, pretendida, pocas veces encontrada, en la que fuimos aprendiendo a destruir estereotipos mientras nos animábamos a pintar las paredes y copábamos espacio público, marcábamos nuestra cancha aunque más no fuera con letra inentendible y en noches desiertas y ajenas a las cámaras de seguridad, que aún no habían llegado. Le pusimos cara a una mesa panel, discurso a ciclos de cine, la firma a nuestros escritos, hasta nos vimos promotoras del INADI en campañas por la conquista de derechos en los que no terminábamos de encontrarnos, que poco habíamos discutido, pero ahí íbamos... el frenesí, la emoción, la persistencia y las ganas que nos impulsaban.

El amor de tres que siguió sin respetar amistades, familias o parejas. Un amor que cela y que cuida, que nos une. Un amor hermano que elegimos. Un amor que se hace de proyectos, que iba a tener su casa con huerta orgánica en Córdoba; que sostuvo fiestas y festivales increíbles y mostró sus colores en plena luz del día cuando eso no se estilaba; un amor que hoy se hace fanzine y dilata su fin y no entiende de distancias. Un amor que sabemos y sentimos para siempre. En definitiva, cruza del amor romántico del más bobo con el guerrero, fisurado y cabezón que no baja brazos.


A estas alturas, 6 años después, así estamos. Les amo. 

25/05/2013

Por qué?



Porque no. Porque no me ha salido hacerlo así aunque lo haya intentado alguna vez.

No he podido dibujar tu cuerpo en las palabras que conozco, mucho menos los sentimientos. Lo he intentado y cada vez ha sido un fracaso rotundo. Cuando quiero recortarte del tiempo y del espacio, dejarte en un rincón estático del lenguaje para poder revivirte luego, así tal cual nos dejamos hace tiempo, me parece una idea burda, banal, hasta difamatoria diría. Me parece una burla que encierra una contradicción intrínseca.

Porque no. Porque no he terminado de vivir aquellos días que, no solo están igual de frescos que en aquel entonces, sino que empapan y empantanan con la misma humedad intensa que siempre bien supieron conseguir. Y luego una calma extraña y familiar lo invade todo, la sensación de sociego, que no es más que el ojo de la tormenta que nos rodea.

No te busques más en mis papeles, por ahora no te vas a encontrar. En la memoria vívida, dinámica, incoherente y arrebatada de los días y los impulsos, ahí sigue viviendo. Es tiempo presente.


05/04/2013

Año nuevo

Que a ella no le importe no significa que yo deba sentir igual. He vuelto a escribir. Como antes, como siempre, por cualquier imagen, ante cualquier emoción. Bienvenido mi año nuevo, bienvenido mi regreso.

12/07/2012

Decisiones equivocadas

Las decisiones equivocadas nunca son las que una espera tomar. Tienen la suerte (buena o mala no se sabe) de existir siendo no queridas, más bien odiadas y generadoras de frustración y angustia.
Las decisiones equivocadas son un hecho cotidiano con el que, de mejor o peor manera (según el ojo que observe), buscamos aprender a lidiar. 

A veces, resulta que las decisiones (las equivocadas y las otras) tienen consecuencias que, a su vez, tienen consecuencias que generan efectos materiales en las vidas de las personas que toman las decisiones y también en las de quienes las rodean. Ahí, la joda es que ya no hay retorno y aparece el clásico "hacerse cargo", consigna ético-moralista bajo la que hemos sido criados quienes crecimos bajo el yugo de la cultura judeocristiana (la culpa no perdona).

Y así, la que en un principio era una de varias opciones... aquella por la que una creía solo correr un leve riesgo, de pronto se ve transformada en una bola que crece mientras rueda pisándonos los talones a una velocidad variable pero que, por lo general, no nos deja tiempo más que para dar uno que otro tropezoncito a paso ligero.

Yo? Soy torpe, tropiezo fácil y me equivoco. Aquí me encuentro, en plena búsqueda de aprendizaje, a la sombra de la bola gigante.

22/02/2012

Silencio

Por un tiempo las imágenes van a quedar de lado. Es que me está costando encontrarme representada en ellas, me estás costando encontrarlas y ha resultado ser que, en esta vuelta, ante la duda prefiero el vacío.

No es un silencio, aunque seguramente habrá quienes así lo consideren. Incluso quizás, si fuera un silencio sería lo más saludable para mí en este momento. Silencio. Afuera las voces que no dejan de cacarear, que rechinan los dientes en cada bocado, que no se bastan con sus sonidos guturales (ruido) y los acompañan con música y tv, todo el pack. Silencio. Afuera los motores que arrancan en el estacionamiento, que espero que no se transforme en edificio, que dejen de tirarle sus árboles. El portón que se abre, el portón que se cierra, el aceite que le falta a sus bisagras para dejar de despertarme cada vez. Y esas voces chillones que no se callan. Qué les pasa?

Silencio.

Sin embargo las imágenes que puse nunca me han hecho esos ruidos. Me han incomodado, me han hecho reír otras, me han identificado. Pero nunca de esos ruidos. Encontrar la sintonía de la imagen y la palabra era mi punto de equilibrio. Un equilibrio que ha perdido su balance, que necesita de silencio, pero que apuesta a dejarse estar el tiempo que tenga que ser. Que la falta de imágenes no alerte más de la cuenta. La falta de imágenes, la ausencia fotográfica, no traerá el silencio que imagino, el silencio aquel que espero. La falta de imágenes tan solo será la evidencia de que algo está intentando cambiar para recuperar el equilibrio anteriormente instaurado. Identificar el punto en el que me conmovido.

Dicen que los cambios tardan en hacer sentir su efecto, los días pasan como gotas de lluvia que se amuchan antes de caer y luego se van en la velocidad de la caída hasta llegar al suelo  (y las voces no me dejan escucharme, no puedo concluir una idea, una imagen, una metáfora. Silencio!). Y las imágenes no llegan y las palabras no se escriben, y ya hasta cuesta acostarse en un diván para hablar de una misma.

Dicen por ahí que he sido puesta a prueba, antes me dijeron que iba a quedarme fuera de juego por no saber pedir. Yo me siento objeto de una apuesta que de a ratos me parece de mí contra mí. Pero sigo, de eso se trata. Y capaz que no vuelva a encontrar las imágenes, o que el balance aquel no vuelva a ser el mismo. Quizás no sea el silencio lo que busco ni lo que me atemoriza.

Quizás solo se trata de seguir y aprender a estar con lo que hay como se pueda.

14/02/2012

Tabula rasa

Cuesta sentarse frente a una hoja en blanco que se sabe que hace tiempo ya debiera estar escrita. Cuesta enfrentarse al abismo de la blanquitud, al no-contenido de ese vacío que solo de mí depende llenar.

Cuesta hacerme entrar las ideas, y mucho más cuesta que vuelvan a salir, las reformulaciones, el proceso. Dar cuenta de aquello que pasa dentro. Cuando se pierde el rumbo sin más

Y me enfrento a la hoja en blanco y la amenazo, todos los días a partir de hoy va a ser escrita, quizás sean solo unas frases sin sentido por día, pero no va a pasar más tiempo de silencio. Ella se ríe burlona, sabe que mis amenazas no sirven de nada o, mejor, que no es a ella a quien se dirigen. Son amenazas proyectivas, porque van de mí hacia mí, aunque las deposite en todos aquellos objetos que me rodean. Hoy: la hoja, que se resiste testarudamente a dejarse a escribir cada día, como yo me lo propusiera. Hoy: yo, que no puedo escribir cada día, como me lo propusiera.

Pasan las semanas y pasan las lecturas, se pierde el sentido de la voluntad inicial, caduca la sensación de progreso. Se pierde en el espacio aquel pensamiento que sí llegó a quedar plasmado aquella vez que me propuse iniciar. Porque yo pensaba que la clave de todo estaba en el comienzo, que una vez que escribiera la primera palabra, que cuando se acabaran las presiones externas, que cuando no tuviera fechas ni plazos... y he dado muestras de lo contrario. No respondo ni a la disciplina externa, ni a la interna. Es la desazón de la quietud.

19/10/2011

Los muebles




Me siento en un espacio en blanco, en un cubo, no, un rectángulo vacío y desde ahí escribo. Desde el cubo-rectángulo de paredes blancas, como una  caja de zapatos, que me contiene. El cubo es mío, es mi casa, y se llena. Se nota que soy nueva en esto, porque mayormente las paredes están llenas de proyectos, por ahora los estantes son pocos, y está mi cuadro de Frankfurt. No sé qué pasaría si llego Frankfurt y no es como en mi cuadro. 

Me traje el aparador, antes era mi mesa de luz, sostén de cremas, guarda de la ropa interior. Ahora es un mueble de cocina que se llenó con los platos que eran de mi abuela y los vasos que conseguí en oferta en un hipermercado. Me gustan mucho mis vasos, “ideales para el fernet” dijo mi papá cuando los vio, yo había pensado lo mismo cuando los elegí. Los platos me hacen acordar a la sopa de arroz con caldo de gallina de mi abuela, a mí me sale mejor el de verduras. 

El escritorio vino después, y lo llené de fotos y postales. “No nos dejes caer en la tentación de no luchar por nuestros derechos”, las acuarelas de Pedro, mis imágenes de viajes, los amigos y la familia bajo el vidrio. Parecería una oficina si no fuera por las imágenes que dan color. Arriba el set de audio, cuando dejé de comprar tecnología y empecé a comprar utensilios de cocina me di cuenta de que mi adolescencia había terminado. Fue hace pocos meses. Los viajes de mis amigos caben en una repisa, son sus regalos, y los míos también. 

Dólar y Alegría son el verde, ya no están mis cactus. Qué habrá sido de los cactus, quizás debería traerlos.
Hay una mesa de pino que es enorme. Mi mamá me ayudó a traerla y Guillo terminó de subirla. Qué fuerza que tiene Guillo. Ahora veo la mesa desde el escritorio, parece tan fuerte y grande, está esperando los encuentros, los porrones, las meriendas y las pizzas. Las sillas son hermosas, estoy totalmente enamorada mi mesa y sus sillas. 

Ella está empezando a entrar, también. Sus regalos preliminares se hicieron sentir más fuerte el día en que trajo las sábanas, y ya no se volvió a ir. La ropa sí, iba y venía. Conseguimos la valija para que se quede un tiempo largo, “provisoriamente”. Las paredes blancas son grandes y caben sus proyectos, y los nuestros, las ollas y las asaderas. 

Me mudé, nos estamos mudando.

09/09/2011

Con la leche en el ojo

Don't stop me now
-en la semana de Freddie-
 


Me sacaron el caramelo de un empujón justo en el momento en que empezaba a saborearlo. No fue divertido, no podría haberlo sido, y menos cuando era el caramelo más codiciado del momento, el último de la bolsa, y que (además) no era de envoltorio naranja sino del verdecito que me gusta. Ni siquiera le vi la cara al agresor, pero el golpe vino a través del teléfono y fue certero.

Mi celular indicó que "Sanlorenzo" me llamaba y sonreí. Era mi línea directa con el cielo. Pero es tan fácil invertir términos en estos días, que la voz tensionada del otro lado reveló en un par de palabras que para mí aún eran tiempos de terrenalidad, tiempos de continuar con mi búsqueda ansiosa. De cualquier manera, la casa era hermosa, y cada vez que la recuerdo me parece un poco más linda que antes. Las habitaciones, la sala, el patio, la cocina.... cuánto espacio para mí, poco queda en mi memoria de la humedad de las paredes, las puertas de 60 cms y la falta de iluminación... detalles menores y perfectamente solubles. Yo quería esa casa.

La ilusión duró aproximadamente 20 horas. El tiempo entre que di mi "Sí" definitivo y ellos su "No va a poder ser". Todas mis casas posibles se hicieron en mi cabeza. Los muebles fueron apareciendo, la distribución del espacio, el diseño de la habitación de visitas o un cuarto de estudio, ofertas de heladeras y sommiers en vista. Hasta la lista del súper estaba hecha a la espera de que alguien la dejara con un imán en su heladera. Y bueno, yo seguí acumulando objetos, después de todo parece que es lo que mejor me sale. Y me puse bruta e impulsiva, que es lo que pasa cuando la ansiedad se acumula y está a punto de estallar. Para mi suerte, en lugar de disparar para cualquier lado, esta vuelta me contuve y logré un uso provechoso de la energía: tenemos cama nueva, aunque guardada en algún depósito a la espera de encontrar un techo que nos resguarde.

La búsqueda continúa. La energía no se pierde, se recicla y se renueva.

09/08/2011

Cosas que se van (versión 1)

Para no olvidar 


Hace uno o dos fines de semana decidí empezar a mudarme, me encontré grande para este espacio. Aunque siga sintiéndolo muy mío, me siento ajena a él. Me voy a ir.

Decidí que un buen primer paso, mientras voy consiguiendo con quién y a dónde, era limpiar. Y se fueron muchas cosas, fueron 3 días de duro trabajo emocional, fue un repaso obligado por los últimos diez años de mi vida, y un poco más atrás quizás también. Digo que fue emocional el trabajo porque, más allá de atravesar los días, las cosas y los sentimientos, tengo una tendencia compulsiva a coleccionar objetos y dotarlos de un valor sentimental que va mucho más allá del fin primero para el que fueron creados. En fin, que las cosas que estaban guardadas estaban guardadas por algo, y ahora ya no están.

Muchas cosas se fueron fácil, porque ya ni me acuerdo por qué las había guardado. Otras merecieron mi contemplación nostálgica de minutos largos, y repasos y repasos. Se fueron 7 bolsas tamaño consorcio, jamás pensé que mis placares tuviesen espacio para tanto. Sobrevivieron el libro que me escribió Angelita cuando nos mudamos a España, también la carpeta con cartas que me preparó Mailín, las postales de Tucumán que me mandó Ana cuando vivíamos por allá, la tarjeta de cumpleaños en euskera que alguna vez me mandó mi tía desde su tierra nueva y lejana, las acuarelas de Pedro, una carta que me escribí alguna vez que ni recuerdo, y  espera ser abierta en mi próximo cumpleaños, algunas fotos, los regalos más nuevos (de los últimos dos años) están casi todos. Las cartillas de museos, mapas, postales de lugares, revistas, calendarios, agendas  y todo aquello que contuviera imágenes ha sido recortado por mi tijera, lo rescatado pasó a mi cajita verde, donde guardo los motivos que después se convierten en las cajas-collage que suelo regalar.

Mi pasado negoció con mi presente. Resolvieron que un buen trato sería hacer un listado de aquellas cosas que se fueran de las que más me costara desprenderme. Ese listado reposaría en un documento word, a la espera de que por cada objeto se escribiera una historia, una anécdota: se reviviera un pedazo de ese pasado que hasta ayer ocupaba un lugar en mi placard. Lo curioso fue que el dichoso documento tuvo un devenir inesperado, quizás no casual: el sistema operativo se cerró inesperadamente un par de pares de veces, las recuperaciones de documento se ve que no fueron suficientes y mi memoria se niega a repasar el contenido de esas bolsas negras que hace días dejaron el hogar. Sobrevivió lo siguiente en la lista:

  • Entradas para New Order, Black Eyed Peas, Brahma Rock Festival (aquel glorioso 2003), Charly García, Fito Páez, Cadena Perpetua, Divididos, Los Piojos, Gran Valor Reggae, Loquero, Nerd Kids, Tiempo Suspendido, Adán Cabrón (Error primitivo).
  • El suplemento del ShowTime ACB de Málaga, la credencial de la Davis, algunas entradas viejas del Unicaja, una de un Argentina - Cuba de voley. 
  • Los papeles de presentación de Diego "el siberiano", de San Nicolás, y de Joseba, de Donostia. 
  • Mis tarjetas del bus malagueño, la de estudiante, la de la seguridad social, mi dni caduco también.
  • La piedra de las playas de Maro (Granada), la que me quedó del día que fuimos con el colegio a limpiar la costa y encontramos restos de ropa de gente llegada en pateras y una pareja hippie italiana que viajaba por el mundo, y todo era medio novedoso. El agua era muy transparente, el contraste de la ropa era una señal de alerta, allá por 2004. 
  • La sal de las Salinas Grandes (Jujuy) del viaje con Mailín en 2007.
  • Mi correspondencia con Charly, Juan Martín, Sebastián e Israel, de la era pre-face. 
  • Fotos
  • Los regalos de lxs exs. 
  • Algunas tarjetas viejas, ahora sé que desde peque ya era la Páter.

La limpieza todavía no ha terminado, las historias aún no se han escrito. El tiempo les dará su lugar (o yo). Entre tanto, busco vivienda. 

12/06/2011

Sobre las experiencias humanas


Esta semana me ha apretado fulero. Me cansé de levantarme temprano, cargar mochila, salir al mundo y volver a medianoche (o más tarde), me cansé de llevar un vida de hostal en mi casa: baño compartido, desayuno incluido. Me encontré una cana y ganas varias de armar un espacio nuevo, mío. Después, necesité un fin de semana de sueño prolongado y verde en abundancia para sentirme bien. Ya no tengo 20 años.

En el medio, pasó la vida cotidiana, aquella que solía llamar rutina. Me he dado cuenta de que la mía no existe, no dura más de una semana. Este año no puedo conservar un modo de hacer las cosas porque mis experiencias mutan en cuestión de minutos, vienen unas y se van otras medio descontroladamente y yo siento moverse mi eje de un lado a otro con alto riesgo de sismos, aunque sin mayores preocupaciones.

Es que respiro un aire que me gusta, y lo voy compartiendo, y el sol me acompaña, y de a ratos me inunda ese sentimiento de plenitud que me lleva a sonreír de la nada, mientras algunas lágrimas se acumulan ansiosas y ruedan en los toboganes que son mis mejillas. Creo en la felicidad, en esa. Así de llena de ganas que pelean por salirse de mi cuerpo, que las lleve el aire y se contagien.

Aprendo de afuera hacia adentro y de adentro hacia afuera. Veo y escucho, todo un ejercicio. Hablo, aunque a veces trato de callarme. Hago, hacemos y hasta se me cuelan los miedos de a rato. Esos miedos míos que por momentos parece que van a ser mis peores enemigos y me van a dejar arrinconada en algún angulito, y otras se mandan a guardar solitos porque ven que no hay quorum para su entrada a escena.

Mañana es lunes en la ciudad, pero no viene acompañado del "otra vez" desgastante de esas rutinas que asustan. Mañana es otro lunes de agenda que puja por marcar un orden, pero que se sabe abierto a la incertidumbre que me gobierna. Respiro, sonrío y me voy a seguir disfrutando de este sol de invierno anima-mediodías.

15/04/2011

Epílogo


Creo en ciertas cosas. Creo en los círculos que abarcan ideas y personas, caras familiares que se repiten una y otra vez, y que contienen. Porque los círculos son una curva cerrada sobre otra igualmente cerrada, un espacio de protección (incluso a veces pareciera que los círculos no dan lugar ni a entradas ni a salidas).

Los círculos, muchos, no tienen una buena imagen... y pienso en eso de los círculos viciosos, que roen y roen y roen y vuelven a roer la misma herida, que no termina nunca por cicatrizar. Algo así como tropezar todo el tiempo con la misma piedra.
El círculo da vueltas sobre un eje, y aunque éste cambiara, no cabría la posibilidad de alterar la forma, y Pi, número fijo, seguirá siendo parte de la fórmula universal que calcula la superficie de todos y cada uno de los círculos, por más variados que sean sus tamaños. Los círculos, y sus funcionamientos, resultan así bastante predecibles.

Es cierto que los círculos se cruzan con otros círculos y, entonces, es posible abrir espacio y entrar en una corriente nueva. Salir del círculo sin terminar de hacerlo, aunque sea para caer en nuevo círculo que, variante más, variante menos, ya sabemos que responderá a un funcionamiento similar, ya conocido.

Salir del círculo sin caer en la espiral, sin terminar ensimismándome en un punto que conduzca a la nada o que lleve al infinito. Cómo. Cortar con toda regla que anteceda la experiencia, borrar las etiquetas, los estereotipos, hacer a un lado la palabra ajena y que duela el cuerpo como tenga que doler para que se entienda como se tenga que entender. Sacar la cúpula de vidrio que mantiene mis castillos de naipes al resguardo del viento y, si tienen que caer, que caigan. Caminar al borde del precipicio, sobre una cuerda floja que solo me sostiene en la medida en que la tensión es constante en los extremos, saber que no hay redes de contención, olvidar el contrapeso, soltar, soltar, soltarme y caer al vacío hasta que se rompa la lente de las formas geométricas predefinidas y que todo se mezcle para volver a ordenarlo. Cómo correr riesgos.

23/03/2011

La ficha


Soñé que me masturbaba con un objeto. Ese objeto era de vidrio, frágil y transparente, y entraba pero no salía. Soñé que lo que salía era un hilo de sangre, pero yo no sentía dolor. Soñé que el objeto se rompía e imaginé las fracturas del vidrio dispersándose dentro de mí, seguí sin sentir el dolor.

Soñé que despertaba de un sueño con sangre entre las piernas y el recuerdo del vidrio y la excitación. Estaba en mi cuarto y me preocupaba manchar las sábanas, me preocupaba qué iba a decir de eso. Me preocupaba tener que pararme y caminar, con el riesgo de que los vidrios se incrustaran en mis órganos y el dolor, por fin, apareciera. 

No recordaba el momento en que el vidrio se había metido dentro de mí, recordaba la excitación pero no el sentimiento de placer y eso no me molestaba. Como no existía el dolor -sí el miedo a sentirlo-, tampoco me preguntaba qué era eso dentro de mí que había sido la causa primera del sangrado. Me desangraba por mi sexo, mi zona más vulnerable, y no podía frenarlo. 

Entonces desperté a un tiempo de los dos sueños, que cabían el uno en el otro, y me vi en la misma habitación. Las sábanas estaban limpias, mis piernas secas, y escuchar voces familiares de fondo calmó mi angustia. Después, pasaron las horas y los días y yo me fui olvidando, me acordaba de poco y de a poco. Hasta que un día comprendí.

11/01/2011

Soy

La primera pregunta es la que se mantiene estática a lo largo de los tiempos y los espacios. Invariable, a diferencia de su respuesta, que parece que cambia de muda en cada cruce de calle, en cada vuelta de esquina: quién soy?

Soy. Es lo que puedo decir de mí. No sé si tengo un alma, un espíritu, una esencia... mi tendencia al racionalismo lógico me impide admitirlo, salvo en momentos de extrema perturbación o debilidad. En cambio, sé que tengo un cuerpo, uno bastante grande y notorio, por cierto. Por supuesto que la Química, la Física, y la Anatomía no me alcanzan para explicar (ni para entender) esto que estoy haciendo en este momento, que es una reflexión... no sé cómo ni por qué se produce, tampoco sé por qué existen las dudas. En cambio, sé que son motores de cambio y movimiento y con eso (por ahora), me alcanza.

(Me) resulta curioso lo simple que resulta, a veces, saber quiénes son los demás. Aquél, éste, o el de más allá. Con ellxs no existe la clemencia de la duda, la contemplación de los cambios internos. Ellxs son y han sido así, y es poco probable que vayan a cambiar. Demás está decir que son definiciones prácticas que, por lo general, no vienen más que a justificar mi grado de relación con tal o cual persona. Definir a lxs demás para definirme a mí. Así puesto, no suena demasiado a buen camino.

Y el panorama empeora si pienso que este mecanismo me puede ser aplicado a mí. Seguramente, yo también soy y he sido así para vos, para ella, o para él, o para ellxs. Y es un problema cuando compruebo que no, que claro que no fui siempre así, que antes era otra sin ser Otra. Me duelo conmigo, no estoy en paz con mi pasado ni sé cómo estarlo. Y cuando pienso que soy mi pasado y lo seguiré siendo para siempre y para tantxs, se desvanece mi capita de nomeimportaloquepensesdemí, y pido otra oportunidad.

Vuelve a resultarme curioso, parece que le estuviera hablando a alguien que no soy, pero en el fondo sé que no. Que si me miro hoy al espejo y todavía no me reconozco, tampoco aquella imagen vieja hace sentido.

Soy, entre tantas otras cosas, una persona insegura.

06/01/2011

Por qué será...


...que una imagen vale más que 1000 palabras?
...que tenemos una obsesión irracional por la perduración de las imágenes, de los objetos?
...que el miedo, la incomprensión y la incomunicación parecen ser las causas más frecuentes para el fin de las relaciones?
...que no ser egoístas, aunque sea en una mínima medida, resulta imposible?
...que me olvido? y no me acuerdo, aunque quiera y lo intente. 
...que siempre es más fácil definir por comparación y en contraste que buscar las propiedades específicas que hacen a un objeto, situación o sentimiento?
...que me salto los ejemplos cuando leo teorías?
...que no me acuerdo de los sueños y cuando me acuerdo prefiero olvidarlos?
...que a veces da la sensación de que la sensibilidad se va perdiendo de a poco?
...que necesitamos tanta protección? en todo y de todos.
...que a una noche de estrellas sigue un día de grises?
...que estoy tan cansada antes de empezar a leer o a escribir? 
...que cuando me enojo con Alguien o conmigo trato mal a los demás?
...que a la primavera le gusta ver estornudar a la gente con alergia?
...que las miradas fijas de los cuadros y las fotos persiguen obsesivamente a sus espectadores?
...que siempre queda más por conocer?
...que siempre hay algo que se puede mejorar?
...que una sonrisa o el calor de un abrazo pueden dar vuelta un día?
...que con los dedos de una mano cuento a quienes nos gustan los caramelos media hora y todavía se siguen fabricando?
...que las preguntas, las dudas y las inquietudes siempre superan a las certezas y las seguridades?

y así, un etcétera infinito de preguntas a las que aún no encuentro respuesta.

Y sin embargo se sigue... con el miedo, la incomprensión, los desvaríos, con la ilusión de que sí, se puede mejorar, que algún día algo más se llegará a entender y ganaremos certezas, para abrir la puerta a las dudas nuevas que siempre seguirán teniendo su tiempo para llegar.

29/12/2010

Balanceándo(me)

 Abro los ojos, aunque las lagañas no ayudan. Despejo mi vista y observo el cieloraso verde sobre mi cabeza, al mismo tiempo respiro profundo y me voy despertando. En un estado de semiconciencia mezclo los recuerdos de la noche, las aventuras de los sueños y las preocupaciones del día. Una vez una amiga me dijo que no tenía que preocuparme hasta después del desayuno, pocas veces lo he puesto en práctica.
Bajo, el baño. La rutina se repite, sospecho incluso que lavo mis dientes uno por uno en el mismo orden cada vez, la toalla vuelve a su lugar. Mi café con leche, mis galletas, mi mermelada. Edulcorante, siempre que se pueda. Lo más probable es que para ese momento ya no haya más que recuerdos vagos del sueño y yo intente reconstruirlo, sin mayor esfuezo.

El panorama externo varía: la calle, la casa, el colectivo... según el día, las ganas y las obligaciones. Hacia dentro las cavilaciones se repiten día tras día, año tras año. Hasta que un día, digamos hoy, me levanto cansada de ser yo la que tiene que pensarse, la que tiene que pensarlo. Y quiero ser otra persona, quiero sentir distinto, mirarme al espejo y poder percibirme un poco como me perciben algunxs allá, afuera de mí. Me canso del miedo y la desilusión.

Me agoto en la paciencia que ya no tengo, y siento hastío. Un poco es el fin de año, ya sé, pero hay un gustito conocido en todo esto, un saborcito viejo y amargo. Quizás sea algo cíclico, aquello que aparece (hago aparecer) para recordarme que yo sigo siendo yo y no me puedo despegar de mí.
Esperando a que las situaciones cambien, mejoren, la vida se pasa y una se queda mirando. La acción pura tampoco me vale, pierdo el sentido, la dirección.

Encontrar el equilibrio sano, reírme más de mí, más con lxs demás. Relajarme (me cuesta tanto). Evitar estar a la defensiva desde que me levanto hasta que me acuesto. Escuchar más, hablar como me gusta. Pedir menos. Aprender, reaprender, desaprender, entender. Tener tiempo para.... volver a sacar fotos, volver a escribir, hacer ejercicio, ver a la gente que quiero, sentir el paso del tiempo momento a momento (sin intensidad, ni atolondramientos). Andar más camino.

Me miro al espejo y últimamente me pasa que a veces no me reconozco, no me identifico. Me asusto y me voy casi siempre. De a poco quiero quedarme, encontrarme en mi reflejo.

Mi deseo es un clásico todos los años, todos los brindis, todas las vaquitas de San Antonio, todas las pestañas y hasta cada vez que tiro el huesito del pollo: La Felicidad, así, con mayúsculas y con todas sus implicaciones. Siempre se cumple en dosis y se renueva para mí, lo hago extensivo para todxs.

Salud por las rutinas, por los cambios, por los buenos deseos, por las alegrías, por las esperanzas, por los abrazos y los besos, por el cariño, por la ternura. Ojalá que inunden a 2011, que lo hagan grande.

15/10/2010

Hechos comprobados



-...inevitablemente te vas a enamorar de mí. Nos vemos luego.
- Es un desafío? Mirá que puedo no oponer resistencia.
- Es un hecho

Y así, caer. Con narices de payaso, copos de nieve, flores y corazones que van a explotar de tanto latir. Llenar un termo y compartirlo. Cuidarte y que me cuides. Buscar tu mano en el aire y, a veces, encontrarla. Aprender a saberte. Permitirme enojarme. Agotar tu paciencia. Reír.

Recordar la sorpresa, la duda inicial. Y el asombro, no perderlo nunca. Comprobar que no estamos hechas a prueba de lluvia. Un beso o dos, cada vez menos furtivos.

Dejarme llevar por esa luz tan tuya. Convencerte de que mis ojos solamente están ahí para mirarte. Abrazarte fuerte. Quererte tanto.

Y así, rodar.
 
 
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