29 de diciembre de 2010

Balanceándo(me)

 Abro los ojos, aunque las lagañas no ayudan. Despejo mi vista y observo el cieloraso verde sobre mi cabeza, al mismo tiempo respiro profundo y me voy despertando. En un estado de semiconciencia mezclo los recuerdos de la noche, las aventuras de los sueños y las preocupaciones del día. Una vez una amiga me dijo que no tenía que preocuparme hasta después del desayuno, pocas veces lo he puesto en práctica.
Bajo, el baño. La rutina se repite, sospecho incluso que lavo mis dientes uno por uno en el mismo orden cada vez, la toalla vuelve a su lugar. Mi café con leche, mis galletas, mi mermelada. Edulcorante, siempre que se pueda. Lo más probable es que para ese momento ya no haya más que recuerdos vagos del sueño y yo intente reconstruirlo, sin mayor esfuezo.

El panorama externo varía: la calle, la casa, el colectivo... según el día, las ganas y las obligaciones. Hacia dentro las cavilaciones se repiten día tras día, año tras año. Hasta que un día, digamos hoy, me levanto cansada de ser yo la que tiene que pensarse, la que tiene que pensarlo. Y quiero ser otra persona, quiero sentir distinto, mirarme al espejo y poder percibirme un poco como me perciben algunxs allá, afuera de mí. Me canso del miedo y la desilusión.

Me agoto en la paciencia que ya no tengo, y siento hastío. Un poco es el fin de año, ya sé, pero hay un gustito conocido en todo esto, un saborcito viejo y amargo. Quizás sea algo cíclico, aquello que aparece (hago aparecer) para recordarme que yo sigo siendo yo y no me puedo despegar de mí.
Esperando a que las situaciones cambien, mejoren, la vida se pasa y una se queda mirando. La acción pura tampoco me vale, pierdo el sentido, la dirección.

Encontrar el equilibrio sano, reírme más de mí, más con lxs demás. Relajarme (me cuesta tanto). Evitar estar a la defensiva desde que me levanto hasta que me acuesto. Escuchar más, hablar como me gusta. Pedir menos. Aprender, reaprender, desaprender, entender. Tener tiempo para.... volver a sacar fotos, volver a escribir, hacer ejercicio, ver a la gente que quiero, sentir el paso del tiempo momento a momento (sin intensidad, ni atolondramientos). Andar más camino.

Me miro al espejo y últimamente me pasa que a veces no me reconozco, no me identifico. Me asusto y me voy casi siempre. De a poco quiero quedarme, encontrarme en mi reflejo.

Mi deseo es un clásico todos los años, todos los brindis, todas las vaquitas de San Antonio, todas las pestañas y hasta cada vez que tiro el huesito del pollo: La Felicidad, así, con mayúsculas y con todas sus implicaciones. Siempre se cumple en dosis y se renueva para mí, lo hago extensivo para todxs.

Salud por las rutinas, por los cambios, por los buenos deseos, por las alegrías, por las esperanzas, por los abrazos y los besos, por el cariño, por la ternura. Ojalá que inunden a 2011, que lo hagan grande.
 
 
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