23 de abril de 2010

cortarse sola

ella me  dijo que yo le dije que ya era tiempo de que hiciera algo. que hiciera (hacer, hacer, hacer), accionarse, moverse, ocuparse. ella dice que yo se lo dije pero yo digo que no me lo dije, aunque quizás sí se lo dije. me lo digo ahora, cuando ella me cuenta que miro desde afuera y ya no giro, o es ella la que ya no gira.

yo hablo de círculos que se mueven como espirales hacia dentro y hacia afuera, que se cruzan, que se envuelven, que se chocan y se separan. hablo de círculos mayúsculos y de círculos pequeños, y hablo de la gente que pasa por las esferas y que imprime sus huellas y se deja llevar y me lleva, o me llevo en ellos. y cada vez más me siento gurú de manual de autoayuda que usa un lenguaje polivalente y aplicable a la situación de turno de cada cual en su vida y circunstancia, como si algo en este mundo fuera universalizable. así no pienso.

me desfiguro. me fui a descansar.

20 de abril de 2010

Me enamoré una vez

y muchas otras más. Pasa que soy lo que suele definirse como enamoradiza. No soy una adicta, pero es que... sarna con gusto no pica.

Te acordás cuando nos conocimos? Sí, esa siesta de junio después de clases, cuando me llamaste por mi nombre y yo me enojé porque no me gusta que me conozcan sin conocer yo. Me acuerdo de la calcomanía de tu carpeta, mi excusa para charlarte. Y un banco en una sombra en un patio con gente que iba y venía nos hizo de mesa de café, porque antes no había merenderos.

Ja, claro que a la noche fue el msn, después de una tarde sellada con un citric en la parada del colectivo que está en un punto medio entre nuestras casas. Porque para entonces ya sabíamos que vivíamos a 5 cuadras, que habíamos ido al mismo colegio, que cursábamos la misma materia, que leíamos los mismos libros y escribíamos distintas poesías, aunque las hablábamos en bares parecidos.

"Manuscrito hallado en un bolsillo" se cruzó con los Fragmentos de un discurso amoroso al día siguiente. Y los apuntes de historia quedaron en la mesa de la habitación que ya compartíamos, mientras nosotros nos echamos a mirar el cielorraso y después... Sí, ese después no me lo olvido más. Pasa que nadie nunca fue así de transparente conmigo. No me acuerdo exactitudes, pero sí de tu Te amo, no sé si antes, no sé si en 5 minutos, pero en este momento te amo.

Claro que te creí, aunque no pudiera corresponderte. Pasa que ahí no estaba mi amor, pero sospecho que eso siempre lo supiste. Después se rompió el hechizo, y yo por suerte no era ni princesa ni sirvienta, así que no me dejé ninguna prenda olvidada y me fui yendo de a poco, mientras vos te ibas andando también. Hoy guardo tu libro en un estante de mi biblioteca y cada vez que lo leo, te veo y nos recuerdo en esas 24 hs de enamoramiento, que no podrían haber sido nunca más de las que fueron.

17 de abril de 2010

Una de David y Goliat


A ella, que salga de la sombra de la mirada triste y lo monocromático. Que vuelvan los colores, la alegría y la acción.


Pasaron por casa un par de semanas revueltas. La pequeña del hogar dejó de lado la pereza con la que suele cargar y salió a pintar las paredes de su colegio de color naranja. La carrera electoral por el centro de estudiantes fue ardua y el final, lamento dejar de lado el suspenso, fue que los uva se quedaron con el trono.


Los uva regalaron gaseosa, hicieron gala de su posición económica, de los contactos que sus padres les ofrecían y contrataron una murga para colaborar con el espíritu festivo y grotesco de las jornadas. Los naranja regalaron bizcochuelos, improvisaron un poco de ruido y, según recogen los testimonios, apelaron más al contenido de su campaña y a su propia fuerza de trabajo que a lo que otros podrían pagar para ellos.  Desde este lado de la ventana, observamos y juzgamos. Llegamos a martirizar a mi hermana: Qué vergüenza, cuánta demagogia, ¿qué les están enseñando por democracia?, ¿cómo pueden permitir eso las autoridades del colegio?


Todos los días una anécdota nueva, todos los días nuestra queja. Ya basta, ¿qué quieren que haga? Ya va a llegar el debate y ahí se les acaba la fiesta.


Vino el debate. El alumnado, de entre 12 y 18 años, presente. Hay preguntas, presentaciones, careos, promesas, abucheos. Una uva de 17 años, en un acto de autobombo, dice de su lista que es considerablemente superior a la otra porque cuenta con un candidato a la presidencia varón y aclara, mientras la pintura morada -cuyo significado feminista seguramente ignora- le chorrea por la transpiración de la cara, es que las mujeres no estamos capacitadas para llevar adelante ciertas tareas. Además, somos unas histéricas, no podríamos. Oscurecen muchas caras, otros la silban y cuestionan. 


Veda electoral y un día después, la realidad cruza en la frente de mi hermana que, entre bronca y frustración, reconoce por fin que va a un colegio de huecos. Vuelve a la pereza, volvemos a la tranquilidad cotidiana.


No quiero que pase sin más, que se convierta en una anécdota para los menos, y que ella tire la toalla porque un grupo de adolescentes pequeño-burgueses ha dado su voto positivo en favor de la desigualdad, la discriminación y la misoginia, una vez más. Y mañana saldrán del colegio a la calle, con la 4x4 de papá, a pasar por encima del hijo de nadie, con el convencimiento de que su futuro, sus familias, sus vacaciones y sus caprichos están ya pagos, y de que nada podrá detenerlos. A ellos, ojalá que un golpe de realidad los saque de su dañino y nauseabundo pupocentrismo.


A ella, quiero mostrarle un mundo otro en el que vivo -que sí, ya sé que es el mismo-, y que sepa que hay ojos que vienen de donde ella está hoy y posan su mirada en horizontes más lejanos y compartidos, aunque parezcan inalcanzables. Horizontes que se construyen en un día a día de trabajo colectivo, con respeto por los unos y por los otros. Porque la gente cambia, y no es toda ni para siempre la misma.


Que sepa que esa pereza que se sacó una vez, la que todavía la resguarda en su comodidad, la puede volver a dejar de lado para salir a armar otros caminos, en los que el recuerdo de estos grupos uva -señoritos de tantos aires ellos- no sea más que una mala anécdota para armarse de valor y coraje que le sirva para salir adelante. A ella mi estima, mi compañerismo y mi inspiración.

13 de abril de 2010

Siempre fui un caracol


Es que me hago un ovillo dentro de una caparazón y me muevo de forma casi imperceptible, a menos que me pateen o me ladren. Cuando me patean, me rompo. Cuando me ladran, me paralizo.

Pasa que saco las antenas para tomar del sol y ututear por los alrededores. Pero después, me guardo, miro desde dentro, y sólo eventualmente me pongo en juego (cuando me permiten ir a mi ritmo).

Es mentira, yo no soy así. Pero hay momentos en que no puedo evitar sentirme de esta forma. Sale el sol, oscurece, y vuelve otra vez a salir. Y pasa, y la miro, y muevo los labios para hablar, pero no, para qué. Para que diga que sí. Sale el sol, oscurece, y vuelve otra vez a salir. Y pasa, y la miro, y muevo los labios para hablar, y hablo. Me dice que sí. Pero igual, no sé. Vuelvo adentro.

Y así, está claro, ni yo percibo el movimiento.

9 de abril de 2010

De por qué soy como soy





H: -Mejor cambio el regalo, ya se me ocurrió algo mejor.

Mamá: - ¿Qué cosa?

H: -Un álbum de fotos hecho a mano, con momentos de los últimos dos años.

Mamá: -No entiendo, ¿cuál es la utilidad de eso?


Y así, me criaron. 

6 de abril de 2010

El del tamboril


Era domingo, y el sol pegaba violento, las bicis iban y volvían por la calle. La feria se había instalado cerca del club náutico del pueblo y el agua del mar, que todo lo rodeaba, ayudaba a que el calor se viera un poco neutralizado.

Él hizo el camino como si liderara a una troupe de tamborileros rimbombantes en un desfile de máscaras y saltimbanquis. Y yo, que pasaba por ahí en un día de retratos iluminados, lo acompañé en su ruta durante unos metros que fueron una vuelta, en años, a una infancia de cotillón que no sé si alguna vez habré tenido, pero que, seguramente, varias imaginé.

Después, seguimos por separado. Cada cual en su mundo de fantasmas y fantasías.
 
 
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