Resulta que, para colmo de sus males, es el primer cuadro en que se figura a sí misma en su mismidad, osea sola. Quedó protagonista y centro, pero se siente descentrada. Busca una explicación y un espacio.
Pide tiempo muerto.
Si nos fijamos en detalle, se mueve de la luz hacia la sombra y para llegar a la cámara debe tocar madera (casualidad o superstición). Sabemos que es ágil, flexible y adaptable, pero a quién no le cuesta encontrarse en una nueva situación.
Denle un tiempo muerto.