Entonces, el remoloneo es breve y el optimismo crece. El desayuno se hace rápido y una se marcha a ver mundo, que para eso vine hasta acá.
Hoy abrí los ojos y vi gotas diagonales caer con violencia. El remoloneo se extendió más de una hora y media, el desayuno me llevó otra entera. Cuando parecía que el mundo iba poniéndose en condiciones para recibirme, fui a acondicionarme yo. Volví a los cinco minutos y resultó que la oblicuidad y la violencia de los ahora goterones había incrementado.
Ahora espero un futuro incierto. No debería, no es ni el momento ni el lugar. Es lo que hay.
Mientras tanto, abro ventanas nuevas y espío por otras rendijas en busca de amenidad.